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domingo, 8 de noviembre de 2015

LOS VERDADEROS PROFETAS!

 El primer vocero humano de Dios obviamente fue Adán, quien al principio transmitió las instrucciones divinas a su esposa Eva, y en ese sentido desempeñó el papel de profeta. 
El primer profeta humano fiel que se menciona fue Enoc, en cuyo mensaje había una predicción específica del futuro. (Jud 14, 15.) Tanto Lamec como su hijo Noé proclamaron revelaciones inspiradas del propósito y la voluntad de Dios. 
De manera similar, Isaac y Jacob, los herederos de la promesa, fueron “profetas” que tuvieron una comunicación íntima con Dios. (Sl 105:9-15.) 
Con Moisés, las funciones del profeta se enfocan de manera más definida. Jehová destaca la posición del profeta como Su vocero al designar a Aarón como “profeta” o “boca” para Moisés, mientras que este ‘le servía a Aarón de Dios’. (Éx 4:16; 7:1, 2.) Moisés predijo muchos acontecimientos que tuvieron un cumplimiento inmediato, como fue el caso de las diez plagas. Sin embargo, él sirvió de profeta o vocero divino de una manera aún más impresionante al transmitir el pacto de la Ley en Sinaí y al instruir a la nación acerca de la voluntad de Dios 
Jueces 6:8=Jehová procedió a enviar un hombre, un profeta, a los hijos de Israel y a decirles: “Esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: ‘Fui yo quien los hice subir de Egipto y así los saqué de la casa de esclavos 
Aparte del hombre citado en Jueces 6:8, a quien no se identifica, la profetisa Débora fue la única persona mencionada específicamente en el libro de Jueces que rendía servicio profético 
Samuel sirvió de vocero de Dios desde su juventud, y el cumplimiento de los mensajes divinos hizo que todos lo reconociesen como “persona acreditada para el puesto de profeta para Jehová”. (1Sa 3:1-14, 18-21.) 
) Gad empezó a profetizar antes de la muerte de Samuel. (1Sa 22:5; 25:1.) Tanto él como el profeta Natán fueron destacados durante el reinado de David (2Sa 7:2-17; 12:7-15; 24:11-14, 18), y al igual que otros profetas posteriores, fueron consejeros e historiadores reales. (1Cr 29:29; 2Cr 9:29; 29:25; 12:15; 25:15, 16.) Dios se valió del propio David para pronunciar ciertas revelaciones, por lo que el apóstol Pedro le llama “profeta”. (Hch 2:25-31, 34.) Después de dividirse el reino, hubo profetas fieles tanto en el reino septentrional como en el meridional. Algunos fueron enviados a declarar mensajes proféticos ante los caudillos y el pueblo de ambos reinos. Entre los profetas del exilio y posteriores estuvieron Daniel, Ageo, Zacarías y Malaquías. 
Los profetas en las Escrituras Griegas Cristianas 
El sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista, sirvió de profeta al revelar el propósito de Dios concerniente a su hijo Juan, quien sería “llamado profeta del Altísimo”. (Lu 1:76.) 
Jesús, el Mesías, era “El Profeta”, aquel que predijo Moisés y a quien se había esperado por tanto tiempo 
En el Pentecostés del año 33 E.C. tuvo lugar el predicho derramamiento del espíritu de Dios sobre los discípulos reunidos en Jerusalén, y les hizo ‘profetizar y ver visiones’. Esta actividad consistió en declarar las “cosas magníficas de Dios” y en la revelación inspirada de conocimiento acerca del Hijo de Dios y del significado que este conocimiento debería tener para sus oyentes. (Hch 2:11-40.) De nuevo habría de recordarse que el profetizar no significa solo o necesariamente predecir el futuro. El apóstol Pablo declaró que “el que profetiza edifica y anima y conforta a los hombres con su habla”, y habló del profetizar como una meta apropiada y especialmente deseable que todos los cristianos deberían esforzarse por alcanzar. Así como el hablar en lenguas extranjeras era una señal para los no creyentes, el profetizar lo era para los creyentes. Sin embargo, hasta el no creyente que asistiera a una reunión cristiana se beneficiaría de tal profetizar, pues sería censurado y examinado con cuidado de manera que los “secretos de su corazón [quedaran] manifiestos”. (1Co 14:1-6, 22-25.) Este hecho también indica que el profetizar cristiano no consiste principalmente en predecir, sino que a menudo tiene que ver con cuestiones cotidianas, aunque lo que se dice procede claramente de una fuente más allá de lo normal, pues es inspirado por Dios. Pablo dio consejo sobre la necesidad de que hubiese orden y autodominio al profetizar en la congregación, para que todos pudiesen aprender y ser animados. (1Co 14:29-33.

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