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sábado, 29 de noviembre de 2014

HOMBRE O MUJER,QUIEN ES SUPERIOR?

Al final, la Biblia está a favor de una sociedad más justa Pero la reflexión teológica y eclesial tiene la palabra



Héctor B. Olea C.

Al concluir el mes de la familia, sin duda que muy a pesar de los muchos factores que he mencionado que hay en la Biblia en contra de la mujer; pienso que podemos decir sin temor a equivocarnos, que después de todo, la Biblia no es misógina, y que está a favor de una sociedad más justa. Por supuesto, no podemos perder de vista que la Biblia, como toda literatura, tiene el ADN del marco histórico y sociocultural en que se origina, y en el cual subsiste su autor o autores.

Ciertamente hay en la Biblia muestras y evidencias muy concretas  de un discurso y una tendencia a levantar un serio cuestionamiento y oposición precisamente a ciertos factores y formas de pensamiento muy desfavorables hacia la mujer.

Consideremos pues, esa tendencia y factores positivos:

En primer lugar, ante un relato primitivo (Génesis 2.4-25) caracterizado por un enfoque antropológico que sitúa en franca desventaja a la mujer en relación al varón, al plantear que ésta vino a existencia con posterioridad al varón, de su carne y por su causa; surge otro relato (Génesis 1.1-2.3) que no tiene reparos en plantear que el varón y la mujer más bien fueron creados en igualdad de condiciones, en un mismo y único acto de creación, y como portando ambos (varón y mujer) la imagen de Dios en la misma calidad y en la misma proporción.

En segundo lugar, ante una redacción primaria del decálogo (Éxodo 20.17) que describe y considera a la mujer como la segunda cosa de entre las propiedades del varón que no debía codiciarse; surge una segunda redacción que la sitúa por lo menos como la primera (Deuteronomio 5.21).

En tercer lugar, si bien el gran propagador, divulgador y en cierta forma diseñador o principal estratega de la fe cristiana en el Nuevo Testamento mismo, aparentemente murió asumiendo como enfoque antropológico el que nos presenta Génesis 2 (compárese 1 Corintios 11.7-10; Efesios 5.21-33; 1 Timoteo 2.11-15); no obstante, la persona en quien se funda la misma fe cristiana (Jesús de Nazaret), vivió, enseñó y murió habiendo hecho suyo el enfoque antropológico del relato de la creación de Génesis 1.1-2.3.

Precisamente esta gran diferencia que existe entre la antropología de Pablo y el enfoque antropológico de Jesús de Nazaret; es el elemento y factor que aparentemente explica el particular trato dado por Jesús a las mujeres en el ámbito de su ministerio.

En cuarto lugar, si bien existe la legítima sospecha de que el apóstol Pablo murió haciendo suyo un esquema antropológico que colocaba a la mujer en obvia desventaja frente al varón; no es menos cierto que el mismo apóstol Pablo da un paso al frente y sin abandonar su cuestionable enfoque antropológico, plantea que si bien la mujer procede del varón, no es menos cierto que el varón no puede negar que él mismo viene a existencia gracias a la mediación de la mujer.

Luego, en consonancia con esa perspectiva, plantea Pablo que recíprocamente el varón y la mujer determinan su existencia, y que el uno no se puede concebir sin el otro: “en el Señor, (y acentúo yo “incluso fuera del Seño”) ni el varón es sin la mujer, ni la mujer sin el varón” (1 Corintios 11.11). En conformidad con su particular enfoque antropológico, plantea Pablo que la mujer no puede prescindir del varón, pues ella vino a existencia a partir de la existencia del varón; y el varón no puede prescindir de la mujer, pues no le queda más remedio que admitir que todo varón es un “nacido de mujer”.

En quinto lugar, si bien no pretendió Pablo afirmar (contrario a lo que sí piensan muchas personas), que ya no existían claras y terribles diferencias entre el judío y el gentil, entre el varón libre y el varón sometido a la esclavitud, entre el varón y la mujer (Gálatas 3.28); sí plantea y de manera precisa, que sólo hay una vía y un camino para toda y cualquier persona tener acceso a la promesa hecha a Abraham: la fe.

Además, no podemos perder de vista, que la forma en que Pablo se expresa en Gálatas 3.28, es un reflejo de su reconocimiento de las barreras y diferencias que existían en el mundo de su tiempo entorno a las tres dualidades que menciona. En verdad llama la atención que al mencionar las tres dualidades en cuestión, Pablo coloca en primer lugar, al menos en la primera y tercera dualidad, y a excepción de la segunda, precisamente al elemento de la misma que era considerado superior. Observemos: “judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer”. ¿Se… se entiende? En lo personal, de manera deliberada y con propósito, he adoptado hablar en este artículo y casi siempre, en esta forma: “gentil y judío, esclavo y libre, mujer y varón”, así de sencillo.   

No obstante, positivamente pienso que este principio puede servirnos como ejemplo, modelo y punto de partida para articular un discurso que promueva la igualdad entre y de los seres humanos en general; para promover y luchar para que se entienda de una vez y por todas, que ningún ser humano está por encima de otro, y que el varón no está por encima ni es superior a la mujer.

Si por medio de la fe, todos (gentil y judío, esclavo y libre, mujer y varón) tenemos acceso a la promesa hecha a Abraham, y nos constituimos herederos de una misma promesa y en una misma calidad y proporción; entonces, en el contexto de ese mismo medio que nos lleva a Abraham y de esa común herencia, por igual y en la misma tesitura; pienso que podemos articular un discurso que ponga en perspectiva el hecho de que muy a pesar de muchas diferencias artificiales que en el tiempo y por muchas razones se han establecido entre los seres humanos y entre la mujer y el varón; no existen en realidad diferencias ontológicas entre un ser humano y otro, entre el gentil y el judío, entre el esclavo y el libre, entre la mujer y el varón.

Si por medio de la fe, según Pablo, todos tenemos acceso y vamos a Abraham; creo que ese compañerismo que origina, en igualdad de condiciones, nuestro acceso a Abraham, nos debe invitar a reflexionar seria y profundamente, y el que nos propongamos como meta, el derribar todas esas diferencias y barreras que se han interpuesto y superpuesto sobre nosotros de manera puramente artificial y que en verdad nada tienen que ver con la naturaleza misma del ser humano.

Al final, a pesar de los distintos factores que en la Biblia encontramos muy desfavorables a la mujer; a pesar de todo, todavía es posible, necesario y pertinente, articular a partir de la Biblia misma, un discurso tendente a establecer no sólo un matrimonio entre iguales, sin superposición alguna; sino también una sociedad donde no haya un judío que se considere superior al que no lo es, ni un ser humano que se considere libre, pero con el derecho de esclavizar a su semejante, y donde el varón no se conciba como  superior a la mujer.

Esto así, pues al fin y al cabo, la relación que se da entre una mujer y un varón en el contexto del matrimonio y la familia, en el marco  particular de una cultura y sociedad específica; en realidad es el reflejo exacto de la situación y la visión del enfoque antropológico y sociocultural que dicta la forma como se plantea la existencia de la mujer y el varón, y el tipo de relación e interrelación que se supone debe existir entre los seres humanos en general y entre la mujer y el varón en particular.

En suma, ciertamente encontramos en la Biblia pistas muy seguras que nos permiten e invitan a luchar por el establecimiento de una sociedad donde el varón no se considere superior a otro varón, y mucho menos superior a la mujer; una sociedad donde la mujer no se conciba superior al varón, y mucho menos superior a otra mujer. 


¡Hasta la próxima!

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